Beth, la niña psicópata

Beth, la niña psicópata
Seguro que conocéis el famoso caso de «Beth, la niña psicópata», una historia que ha recorrido las redes sociales y cuyo reportaje supera los cinco millones de visualizaciones en Youtube. En ese momento tenía seis años y medio y su cara angelical no nos haría nunca imaginar los pensamientos que pasaban por su cabecita.
Debemos especificar, que como ya explicamos en el anterior artículo «Adolescencia y psicopatía», Beth no pudo ser calificada como psicópata, ya que éste trastorno solo puede ser diagnosticado a partir de los 18 años. Sin embargo, su forma de actuar reflejaba claras tendencias a serlo en el futuro, si no se intervenía de forma inmediata.
El doctor Ken Magid fue el psicólogo clínico, especializado en el tratamiento de niños víctimas de abusos graves, que realizó la entrevista a Beth y sus padres. Afirma «Estos niños padecen un fuerte trauma por los acontecimientos vividos durante su infancia más temprana, son incapaces de crear ningún vínculo afectivo con otras personas. No pueden amar ni percibir el cariño que intentan darles, carecen de conciencia, y podrían llegar a herir e incluso matar sin ningún tipo de remordimiento».
La Historia de Beth, la niña psicópata
Cuando Beth tenía un año, perdió a su madre. Junto a su hermano, quedaron al cuidado de su padre biológico, que abusó sexualmente de ambos. Afortunadamente, el caso llegó al conocimiento de los servicios sociales que retiraron al padre la custodia de los menores. A consecuencia de los graves abusos que sufrió, Beth nunca desarrolló conciencia, amor o confianza hacia nadie.
Tim, pastor en una iglesia y su mujer Julie, era una pareja que llevaba 12 años de matrimonio. No podían tener hijos, por lo que decidieron adoptar. En febrero de 1984 recibieron una llamada de los servicios sociales comunicándoles que tenían dos niños para adoptar. Beth de 19 meses y su hermano Jon de 7, eran niños normales y sanos. Los recibieron con los brazos abiertos y depositaron todo su cariño en ellos. El sueño se convirtió en pesadilla cuando se dieron cuenta de que los hermanos tenían problemas emocionales graves.
El pasado de Beth, la niña psicópata
Después de dos meses, empezaron a conocer datos sobre su procedencia y su pasado. Fue entonces cuando empezaron a comprender el comportamiento de los hermanos. No tenían para comer, Beth pasada el día con una caja de cereales. John fue encontrado rodeado de orina, con un pañal sucio y un par de botellas. Ninguno de los dos había tenido estímulos.
En la entrevista Beth reconoce que su familia tiene miedo de ella, y que afirma que si pudiera les haría daño y lo haría durante la noche. Por daño entiende apuñalarlos con un cuchillo. La situación llegó a tal punto, que durante la noche, los padres debían cerrar su habitación con llave, para evitar que hiciera daño a algún miembro de la familia, especialmente a su hermano Jon.
Beth manifestó que tenía pesadillas, y éstas la inducían a realizar conductas violentas hacia sus padres, su hermano y animales. La pesadilla era sobre un hombre que le caía encima y le hacía daño. Ese hombre era su padre. «Él tocaba mi vagina, le hacía mucho daño hasta que sangraba y no me alimentaba mucho, se metía conmigo. No era muy bueno conmigo».
Pasó poco tiempo hasta que empezó a mostrar los signos del abuso. Sentía ira descontrolada, hacia ella misma, hacia sus padres y su hermano. Sus actos cada vez se convirtieron en más crueles y escalofriantes.
Los cuchillos de casa
La madre se dio cuenta que faltaban cuchillos en la cocina, y lo primero que le vino de pensar fue: Beth. Sintiéndose culpable por sospechar de su pequeña, evitó pensar que ella tenía algo que ver con el asunto y no le dijo nada al respecto. Unas semanas después, mientras Beth estaba sentada en la mesa de la cocina, le preguntó a su madre «¿Cómo son los cuchillos que has perdido, mamá?», la madre le dijo «¿Qué cuchillos Beth?», a lo que la niña respondió «¿No eran como plateados y así de largos?». En ese momento la madre tuvo la certeza que había sido ella quien los había cogido y Beth sonrió de forma maliciosa.
Posteriormente en la entrevista, Beth confesó al psicólogo que los había cogido del lavaplatos, eran grandes y afilados y con ellos quería matar a sus padres y a su hermano.
Maltrato a su hermano
A la pregunta ¿por qué quieres matar a tu hermano? Responde: «Porque me hicieron mucho daño y no quiero estar con personas«.
Beth clavaba alfileres a su hermano con bastante frecuencia, con la intención de matarlo. Reconoce además que también le gustaría hacerlo a su madre y a su padre, con la misma finalidad. Lo admitía con toda franqueza si se le preguntaba.
Jon lloraba por las mañanas y decía que le dolía el estómago. Los padres pensaron que quizá tenía problemas intestinales o algún tipo de alergia, y lo llevaron al medico para descubrir que le ocurría. Terminaron descubriendo que Beth salía de su habitación por las noches para golpearlo en el estómago. De esa manera, tuvieron que poner un pestillo a su puerta para evitarle salir.
Una vez sus padres escucharon gritos en el sótano. Era Beth golpeando la cabeza de su hermano contra el suelo. Cuando su madre intentó separarlos, Beth la miró de forma enfurecida. Reconoce al psicólogo que perdió el control con él y que golpeó su cabeza con mucha fuerza, no podía parar, solo pensaba en matarlo. El suelo era de cemento. Se detuvo solo al escuchar los pasos de sus padres que se acercaban al lugar. Jon quedó herido, con grandes dolores de cabeza y tuvo que recibir puntos en la barbilla. El pequeño se encontraba jugando con sus juguetes cuando ella le asaltó y le pedió repetidas veces que parara, pero ella no lo hizo.
Masturbación compulsiva
Como consecuencia de los abusos sexuales sufridos en su infancia, Beth se masturbaba diariamente, incluso en lugares públicos, hasta el punto de dejarse la vagina en carne viva, con heridas y sangrando. Cuenta su madre que en una ocasión lo hizo mientras estaban en la sala de espera de un hospital.
Ella le había explicado que era una conducta para realizar en la intimidad, que no debía hacerlo en sitios con gente, pero Beth se negaba a aceptarlo. Afirma que lo hacía diariamente, continuamente.
Violencia hacia a los animales
Tenía 4 animales de nombres Clyde, Sookie, Darcy y Annie. Reconoce que les clava alfileres en repetidas ocasiones, siempre con la intención de matarlos. No le importa que los animales lloren.
Una vez, sacó unas crías de pájaro del nido, y los padres pensaron que lo hacía por curiosidad. Le explicaron que podría hacerles daño, y ella las volvió a dejar en el nido. Luego se sentaron con ella y hablaron sobre el tema. Al día siguiente, los padres fueron a ver el nido y todas las crías estaban muertas en el suelo, con le cuello roto. Beth reconoce que «jugó con ellas con demasiada brusquedad».
Ningún remordimiento
Durante toda la entrevista, Beth relató todos los hechos con total tranquilidad. En ningún momento afirmó tener algún sentimiento de culpa o remordimiento. Al contrario, su frialdad y tono de voz calmado demostraba que no experimentaba ninguna emoción por los acontecimientos narrados.
Admite tranquilamente que era consciente de causar dolor y sufrimiento a los miembros de su familia con estas conductas. Sin embargo, eso era lo que ella quería. Actuaba de esta forma porque quería que ellos sintieran lo mismo que ella sintió en el pasado con los abusos que su padre le provocaba.
Internamiento en un centro especializado
El doctor concluyó que era necesario apartar a Beth temporalmente de la familia. En abril de 1989 sus padres la llevaron a una residencia especializada en niños con trastornos de apego primario.
Estos menores son peligrosos para sí mismos y para los demás. El quebranto del apego daña gravemente el corazón, la capacidad de preocuparse y amar. No les importa y no aman. Son capaces de cualquier cosa. Creen que son malvados, que son del diablo, creen que no son personas de valor. Los terapeutas debían cambiar eso, debían construirlo, de un niño que no era nada, que en su opinión es un niño malo, hacia un niño que es valioso y cariñoso, y que se perciba como tal.
Eran muy estrictos y vigilaban todo lo que hacía. Un niño desapegado no sabe confiar y debido a eso no permiten que nadie los dirija. Asumieron todo el control, no dejaban decidir sobre nada, debía pedir permiso para todo. No podía fiarse de ella después del daño que había causado con anterioridad. Al principio no podía fiarse de ella en ningún aspecto. La encerraban por la noche, tenían alarmas en la puerta por si se escapaba y hacía cosas a los otros niños.
Progreso en la terapia
Después de varios meses en este entorno controlado, Beth había realizado progresos y su terapeuta decidió suavizar algunos de sus controles. Siguió mostrando signos de mejora, empezó a desarrollar una percepción de lo bueno y de lo malo. Parecía responder al afecto, era mas cordial, iba a la escuela pública, hizo amigos en la iglesia e incluso cantaba en el coro.
Cuando lo hacía bien se le reforzaba positivamente, «Has hecho un buen trabajo, eres un buen trabajador» y eso construye su autoestima poco a poco, de modo que cambia el modo en que se perciben.
Después del tratamiento dejaron de poner la alarma a su puerta, incluso llegó a dormir con la hija de una de sus terapeutas. La dejaban cuidar a los animales. Se sentía mal cuando no hacía algo bien. Antes, al no tener conciencia, no sentia nada cuando hacia algo malo, no había sentimientos.
Sus terapeutas creían en ella, afirmaban que tenía una mente brillante y su buen corazón estaba saliendo a la luz, ya que había cicatrizado. Con el apoyo de unos padres excepcionales y la terapia, Beth hizo un gran trabajo. Ella quería curarse, y esa era la clave principal. Y quería hacerlo porque tenia una familia que la quería mucho y a quienes les importaba.
Aparición de la conciencia
Después del tratamiento, Beth reconoce que la ira que tenía dentro había estado provocada por los abusos que había recibido por parte de su padre biológico. Tenía todo guardado dentro y lo recordaba, así ella empezó a hacer lo mismo. Deseaba hacer daño a las personas. Ahora reconoce que cuando hace daño a otras personas se hace daño a sí misma. Ahora se siente triste por lo ocurrido. Es duro para ella hablar sobre el tema, y termina llorando.
La última entrevista fue realizada en diciembre de 1989. Por aquel entonces había muchos progresos, pero aún necesitaba mucha terapia. El camino hacia la recuperación es largo y arduo para un niño que ha sufrido abusos.
Beth, la niña psicópata en la actualidad
En la actualidad trabaja como enfermera, y es una reconocida profesional. En 2010 le otorgaron el premio «Nurseweek Excellence Award». Su habilidad clínica, su paciencia y calidez, y las buenas relaciones con sus compañeros de trabajo, le hicieron merecedora del galardón.
Sus padres adoptivos promocionan la terapia de apego y métodos de crianza, a través de conferencias y publicaciones. Beth los ayuda y apoya en la tarea.
Puedes ver la entrevista completa de «Beth, la niña psicópata» aquí: